Democratizando el algoritmo.

Uno de los primeros acercamientos entre el derecho, la política y las tecnologías se da a partir del efecto democratizador que tiene en las personas la disponibilidad de herramientas de información y comunicación con las cuáles disminuyen las brechas de clase y a su vez se incrementa el nivel de conocimiento del cual dispone la sociedad.

En este proceso diversas empresas han encontrado múltiples oportunidades de modelos de negocio a partir de los cuales el ciberespacio y la navegación a través de internet no solamente han mejorado las experiencias de los usuarios para pasar de sitios informativos en formatos básicos, a sitios transaccionales cada vez más inmersivos que no se encuentran limitados únicamente al protocolo de internet y una navegación por dispositivos, como en el caso del internet de las cosas, combinado con las posibilidades de sensores y lectores, representa todo un nuevo ecosistema virtual e inclusive electromagnético.

Desde los aspectos físicos relacionados con las tecnologías y dispositivos que se encuentran conectados e interactúan, hasta los presupuestos lógicos relacionados con las diversas capas y su funcionamiento, así como las diversas generaciones web del 1.0, 2.0., 3.0, 4.0, 10.0 y n.0, una vez que se logre el objetivo del uso extendido de las tecnologías de la información y comunicación con independencia de las disparidades generacionales resultará necesario empezar a democratizar al democratizador, como parte de esa limitación del poder que solamente resulta posible a través de la acotación de los actos de los particulares como parte de esa redefinición del poder originario.

Hipótesis que forma parte de los efectos que en el ámbito de las personas y la organización social, tiene lo digital a fin de incluir dentro una nueva serie de principios que necesitan ser determinados para facilitar la adopción de nuevas tecnologías tales como big data, automatización, la inteligencia artificial, aprendizaje de máquinas, robótica e inclusive dispositivos híbridos y/o de mejora transhumanista, que han comenzado a partir de la experiencia en la gobernanza en internet como una serie de primeros principios.

Así, al pasar del asombro y la implantación tecnológica resulta necesario detonar procesos inmanentes de reflexión sobre las diversas posibilidades y la redefinición de lo humano frente a las posibilidades tecnológicas, visualizando en prospectiva no solo la sustentabilidad sino la revelación de las verdaderas potencialidades humanas, más allá de los procesos de la física cuántica o la metafísica, sino de los alcances de la privacidad frente a las diversas aplicaciones y efectos del tratamiento automatizado de datos personales.

Ello puede advertirse de la cotidianeidad de la presencia de los algoritmos en nuestras vidas, así como de la funcionalidad esperada por parte de sus creadores, como en el caso del servicio de transporte privado de pasajeros sobre demanda, sobra señalar que los criterios adoptados por empresas como Uber, Didi, Lyft o Cabify, además de distinguir los términos del servicio, representan la rentabilidad y utilidad de las empresas, por lo que únicamente bastaría para dichas tecnológicas redefinir sus algoritmos en función de la oferta y la demanda así como de su cartera de clientes y el universo de clientes al que pretenden llegar.

Por su parte, los servicios “gratuitos” proporcionados por Facebook que influyen directa o indirectamente en nuestro comportamiento, por ejemplo, con relación a la preferencia de un determinado bien en vez de otro derivado de la publicidad dirigida a través de la plataforma en la cual por conveniencia, el pago por parte del anunciante y nuestros gustos eventualmente solamente se nos presenta una opción a efectos de satisfacer nuestros gustos, consumo sobre el cual empezamos a desarrollar un hábito basado en nuestra interacción con una red social.

Finalmente, en un escenario de los servicios “mixtos” como en el caso de Google  a través de Android o Apple a través de Ios, en los cuáles adquieres el software a través del cual se navega en el smartphone o tableta, que en aplicaciones predeterminadas como los mapas y GPS, nos permite llegar a cualquier destino únicamente con dar el nombre o referencias sobre el mismo, que a partir de los datos de tráfico, de anunciantes e inclusive de las propias concesionarias de peaje pudieran intervenir en los factores a elegir por parte del usuario que no siempre respondan a los intereses particulares sino de todos los actores involucrados.

¿Cuáles son las características y componentes que los algoritmos deben integran en sus decisiones? ¿las empresas tecnológicas que han encontrado un modelo de negocio a partir de los algoritmos necesitan restricciones legales o basta con que desarrollen fuertes modelos de cumplimiento e integridad corporativa? ¿Hasta qué punto debe dejarse que los algoritmos encuentren un cauce  que les permita subsistir en la economía digital?

A diferencia de los bienes y servicios en la economía tradicional y digital, los algoritmos constituyen conocimiento y una solución aplicada a un problema, por lo que más allá de contar con una protección de propiedad intelectual, éstos deben ser registrados y controlados en función de los efectos que tienen con su entorno, ya que a través de ellos, como se señaló, puede brindarse un servicio a través de un esquema organizacional, pero también puede estar comprometida una vida.

En cualquiera de los escenarios atisbados previamente espero que se dibuje cuando menos que el problema planteado rebasa los derechos humanos, económicos  y sociales asociados con la relación económica y/o social derivada del consumo, sino que los servicios tecnológicos y/o digitales tienen un espacio muy íntimo en la vida de las personas que necesita ser controlado o delimitado a través de los algoritmos para no afectar las libertades de las personas, ya que en el caso del servicio de transporte privado encontramos los derechos laborales y/o de autodeterminación del servicio que actualmente no se encuentra presente dentro de los criterios, así como, para los usuarios en casos de emergencia.

En este supuesto particular, la línea entre la subordinación que caracteriza un trabajo y la autodeterminación que caracteriza la prestación de un servicio es muy delgada y si bien, empresas como Uber han incorporado mejoras que a los conductores les permite elegir viajes que resulten compatibles con el regreso a su hogar, prácticamente el conductor se encuentra subordinado a las decisiones que aporta el algoritmo; aunado al hecho de no reconocer dicha subordinación, ni establecer políticas que permitan compensar dicha situación.

En los casos de Facebook o Google, el reto de brindar un servicio sin ejercer control o manipulación en la preferencia de los usuarios, así como de terceros, constituye una misión no sólo imposible, sino llena de senderos oscuros en los cuales, no sólo se deberá favorecer la libre competencia de los que pagan y los que no pagan (en atención al usuario y la libre competencia) y de interferencias convenientes como en el caso de los mapas, en los cuales, por ejemplo, para el usuario resulte mas útil ocupar una vía libre de peaje, pero al tener una duración similar con una de peaje (empresa que por ejemplo, paga por publicidad), se le sugiera al usuario optar por la de pago.

Esquemas que cómo se dijo, van más allá de las empresas, por lo que los diversos actores incluyendo gobierno y ciudadanos no tardarán en intervenir, puesto que el futuro de los algoritmos no es el futuro de las empresas, las cuales podrán eventualmente replicar las mismas soluciones, sino la viabilidad de la gobernanza y la democracia  en el mundo digital, a fin de preservar la libertad y la dignidad de las personas.

Hasta la próxima.

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Abogado especializado en TICs, privacidad y cumplimiento legal. Maestro en Derecho de las Tecnologías de Información y Comunicación por INFOTEC.

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